El mal uso por parte de un funcionario de su autoridad y los derechos que se le confían es una práctica muy antigua en la historia de la humanidad con difícil determinación de su fecha inicial, pero importantes repercusiones en las distintas sociedades que la han padecido a lo largo de la historia. Esta práctica ha calado tan hondo en las mismas que las palabras corrupción y funcionario parecerían estar inexorablemente unidas.
Traigo esto a colación
debido al escándalo que ha generado las declaraciones del doctor Brady De Las
Nueces (link). Este médico quien cursaba la residencia
de neurocirugía denunció a través de un video el cual se volvió
viral en las redes sociales, un fuerte entramado de corrupción en el hospital regional
José María Cabral y Báez de la ciudad de Santiago de Los Caballeros. El médico describió situaciones sumamente irregulares las cuales van desde la venta de
plazas y exámenes de residencias médicas hasta un fraude de insumos
contra el Senasa en dicho hospital.
De ser ciertas estas
declaraciones, no solamente se pondría en relieve un entramado deleznable en
cuanto a los procesos de adjudicación de plaza y sustracción de materiales
quirúrgicos para ventas ilícitas con el consecuente daño a los contribuyentes,
sino más bien resaltaría de manera penosa una vez más el resultado abyecto de
una cultura de la permisión, ignorancia y renuencia al cambio.
La verdadera realidad es
que las prácticas que pudiéramos catalogar como “cuestionables” alrededor del médico
dominicano vienen sucediendo a lo largo de toda la trayectoria formativa del
estudiante, extendiéndose con notoriedad después de este haberse graduado. Los
ejemplos sobran; maestros alterando el calendario estudiantil para su
conveniencia, clases nunca impartidas en hospitales de enseñanza por aquellos
profesores de renombre pagados con el dinero de los contribuyentes, la
sobreutilización del recurso humano laboral médico en contraposición a las
normativas laborales y académicas o el pago monetario exigido para acceder al
derecho a ser entrevistado bajo criterios subjetivos que debe realizar un
médico si desea ingresar a una residencia. Todas estas situaciones en mayor o
menor medida son actos de corrupción, pero lo que sí nos debe de llamar a la
atención, no son solamente los actos de corrupción en sí, sino más bien el
germen de la permisividad inherente al estamento médico dominicano, el cual
trasciende gobiernos y direcciones gerenciales pasajeras.
En otras oportunidades he
dicho como el hermetismo y la abstracción del gremio médico y lo relacionado al
proceso social evolutivo y formativo del mismo en República Dominicana crean un
desinterés, desconocimiento y paralelismo con la sociedad común, esta
incomprensión con la consecuente separación que conlleva, debilita la
fiscalización y el foco de atención que proviene de los contribuyentes.
Nótese el
lector que para la mayoría de los ciudadanos es mucho más fácil, tener
entendimiento de la señalizaciones externas del uniforme de un militar o de la
autoridad que representa un rango, así como también la perfecta estructura de
un palé de la lotería nacional, ya que las mismas son instituciones con la que
están familiarizados, razón por la cual los escándalos de corrupción
recientes en la sociedad dominicana les generan más atención. Sin embargo, la desconexión de los mismos con el ámbito sanitario es tan ostensible que en un
simple ejercicio de presentación cordial en el cual nos identificáramos como
el R3, es muy probable que ellos pensarán al unísono y sin distinción
alguna entre jerarquías "el doctor".
Tenemos que entender que
hay quienes utilizan todo su ingenio para la ejecución deliberada de actos
cuestionables, pero también los hay quienes ignoran por completo la repercusión
de sus actos. No hay que olvidar que la movilidad social alcanzada a través de
la educación puede dotar al individuo de "habilidades duras" que lo hagan un coloso en algún determinado tipo de
especialidad, pero esta movilidad no siempre viene acompañada de una carga
ética, moral, filosófica o un entendimiento colectivo de la realidad social de
un estado de derecho. De lo que resulta que muchas veces tenemos un brillante
médico con excelso currículum en áreas de mando el cual no tiene un ápice de
idea del impacto de muchas de sus decisiones y cómo estas afectan al
contribuyente.
De cualquier forma, la falta de fiscalización y presión social externa, la inacción y omisión del mismo gremio o clase médica, la docilidad del médico recién graduado a la hora de exigir sus derechos y el convencimiento errado basado en criterios subjetivos de que lo que se está haciendo está bien, son un caldo de cultivo idóneo para que afloren prácticas corruptas.
Partiendo de que el
entramado denunciado por el señor De Las Nueces
sea real, la Procuraduría General de la República debe emplear los
mecanismos pertinentes para llevar ante
la justicia a todos los implicados, desde el personal administrativo-técnico
hasta los galenos involucrados. Tengo la esperanza de que este caso lleve a
nuestra sociedad a cuestionar si las instituciones llamadas a velar por el
examen de residencias, están operando con la transparencia o tienen la
legitimidad necesaria para el ejercicio de dicha actividad.
Ahora bien esto nos plantea
la siguiente cuestión, ¿Qué hacer con los especialistas ya graduados dentro del
esquema denunciado que pueda arrojar la investigación o los residentes en
proceso de formación en la actualidad?
Siempre he sostenido con
vehemencia que el sistema de filtro para residencias, es sólo una respuesta
errada y anacrónica amparada en una falta de visión, organización y
conservadurismo que se contrapone con los lineamientos actuales de continuidad
permanente en el ámbito académico que permitan poder responder al mercado
laboral cambiante de manera exponencial. Por lo cual no estaría de acuerdo en
la suspensión o cancelación de los mismos, pero si sugeriría la inhabilitación
temporal de sus respectivas especialidades, por un periodo similar a la
cantidad de años de formación en la cual sólo se le permita ejercer como
médicos generales, así como también una
cláusula de impartición de docencia obligatoria condicionada a la evaluación
del dicente para optar por la devolución de sus permisos, aunque nunca
nuevamente de su prestigio social.
La sociedad médica
dominicana no puede dejar de prestarle atención a los acontecimientos que se
deriven de este caso ya que, de ser ciertos, no sólo nos estaríamos jugando
nuestro buen nombre y desempeño nacional, sino también pondríamos en duda la
legitimidad de nuestra gran formación especializada ante los ojos del mundo.
Aún así, hay razones para
estar optimistas, de hecho, podemos sentir fracaso en el error, pero nunca sin
asumirlo con la valentía que ello conlleva y ver la oportunidad oculta en él,
no obstante, debemos actuar en consecuencia, aprender y reinventarnos para
mejorar localmente y seguir exportando lo mejor de nosotros.
El autor Óscar Caraballo es un médico radicado en España egresado de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Magíster en Prevención de Riesgos Laborales en UDIMA.
Pero y qué pasa que no han vuelto a hacer publicaciones ni nada?
ResponderEliminarAlguien sabe que sucedió con la persona que escribía en este blog 2 años sin postear nada uuuf, solo espero que esté bien y siga vivo.
ResponderEliminar¡Hola!
EliminarNo soy amigo del autor ni nada, pero te puedo decir que anda vivíto y coleando (búscalo en Twitter como @angrudo88). :)
Quizás, este blog fue un pasatiempo pasajero, pero el distinguido vive su vida, y no hay más nada que respetar su decisión.
¡Eh, Ángel, si lees esto, hola! :)